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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEl municipio de La Zubia, en Granada, esconde unos telares donde se fabrican las últimas alfombras artesanales de España. Nudo turco, alpujarreño o la técnica de tufting, en esta empresa con solera saben bien lo que cuesta hacer una alfombra.
Con las alfombras sucede un poco como con el sushi: puedes encontrar a gente que le apasiona la comida japonesa y otra que la aborrece. Pues en materia de alfombras sucede lo mismo: los hay que no pueden vivir sin ellas y afirman que dan otro aire y mayor calidez a su hogar (y lo de la calidez es totalmente cierto, no hay discusión posible) y otros que no acaban de verlo.
En todo caso, los de las alfombras La Alpujarreña, cerca de Granada, intentan convencer con sus artículos a los amantes de este elemento de decoración y también, a los que podrían serlo el día de mañana. Porque otra cosa no, pero de alfombras saben mucho en esta fábrica: no en vano, es la última fábrica artesanal de alfombras de España. Su origen estuvo en el Albaicín granadino donde en los años veinte había mucha tradición de hacer alfombras con una técnica que da nombre a la empresa: el nudo alpujarreño (el nudo en concreto es todavía más antiguo porque ya lo usaban los árabes en la Edad Media).
Años después se trasladan a las actuales instalaciones, en La Zubia, y a pesar de que la técnica básica era el nudo alpujarreño, empezaron a trabajar otras como el nudo turco (en los años cincuenta) y una de las últimas en llegar, la técnica tufting.
En su día la fábrica albergó más de 200 personas trabajando (había hasta consultorio médico), sobre todo mujeres: “Lo que suponía un segundo sueldo para las casas de ahí que este fuese uno de los pueblos más ricos de la zona”, explica Diego Losada, director de producción.
Actualmente son 22 personas y la salvación de la fábrica estuvo en la tercera técnica que llegó a estos telares: el tufting. “Consiste en inyectar lana o cualquier otro tipo de hilatura sobre una superficie de tela muy tensada, colocada en posición vertical. Nosotros usamos polyester, sobre lo que inyectamos la hilatura y luego se le pueden dar distintos acabados por detrás. Nosotros usamos una capa de látex con una malla de algodón”, explica Losada.
Es la única diferencia con las anteriores: en las otras técnicas, las trabajadoras (en su mayoría son mujeres) van tejiendo la alfombra en el telar a mano y en el caso del tufting la alfombra se va “dibujando” con la pistola que inyecta el hilo.
La firma ya cuenta con un catálogo muy amplio pero si el cliente quiere algo diferente a lo que ya existe, lo primero que se hace es dibujar el motivo deseado. Al mismo tiempo que se hace el dibujo se van preparando las lanas (o la hilatura que sea, también trabajan con lino, seda, etc). En su día tuvieron hasta tintorería propia, pero la cerraron en 2005 y ahora tintan fuera cuando lo necesitan.
Se van montando los telares y el operario recibe el dibujo de la alfombra: “Y ya empiezan las operaciones de tejido”, explica Losada. Todas las alfombras tienen operaciones de terminación al final, salvo las de nudo turco que salen prácticamente terminadas. Se perfilan los detalles y ya estarían prestas para su envío. Se enrollan y a viajar.
Los granadinos trabajan sobre todo con lana española y también, de Nueva Zelanda. “Las más demandadas, también son las que más duran, son las alfombras de lana y también, las de lana y seda”, afirma. Las de algodón, añade Losada, son fantásticas para personas con problemas de alergias. También han empezado a producir alfombras vegetales, realizadas con unas hilaturas que se extraen del eucalipto.
El 30% de su producción se va fuera de nuestras fronteras. Rusia, Francia, Alemania e Inglaterra son sus principales compradores pero uno podría recorrerse España y parte de Europa yendo de alfombra en alfombra de La Alpujarreña: los principales hoteles, entre los cuales el Ritz y el Palace, cuentan con alfombras de la casa. También, muchos ministerios, Embajadas, Paradores, el Teatro Real, etc. El hotel Ritz, cuando inició su remodelación, también cambió la alfombra del hall central: la que adquirieron fue una de estilo neoclásico de 300 metros cuadrados que, por supuesto, se hizo en estos talleres de La Zubia.
Las distintas naves, que ocupan un terreno que en su día fue un huerto, son ocupadas por telares de madera de los años cincuenta, los destinados a nudo turco y alpujarreño y al lado están las naves de tufting, que permiten hacer alfombras de hasta 6 metros de alto.
En La Alpujarreña no tienen stock, todas las alfombras se hacen por encargo. Las trabajadoras se forman en la misma empresa, no hay escuelas de oficios alrededor que enseñen este arte. “Hay gente a quien no le gustan las alfombras, yo en mi casa tengo, por supuesto. Su vida útil sobrevive a una generación, salvo en los sitios públicos, donde se pisan más. En casa necesitan aspirador frecuente y poco más. Nosotros en mi casa las lavamos una vez al año, tal vez”, finaliza.
Artículo escrito por la periodista Lucía Martín
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