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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEl Museo del Diseño de Barcelona muestra, por primera vez, una reinterpretación del modernisme (modernismo catalán) en clave de "cultura del diseño".
La exposición se fija en el modernisme como inicio de la cultura del diseño, la enmarca en el contexto europeo y destaca los nexos y la singularidad del caso catalán.
La muestra aportará una interpretación nueva del modernisme partiendo del papel protagonista que tuvieron las artes decorativas y aplicadas, artesanas e industriales. Centrada en el gran esplendor modernista de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, continúa mostrando el vínculo entre el modernisme y el noucentisme y su vindicación de la tradición artesana autóctona.
Tras el Art déco, llega hasta el racionalismo y la modernidad de raíz mediterránea del GATCPAC, muy crítico con el modernisme pero sensible al artesanado y puerta de entrada al diseño moderno.
“Modernisme” es sinónimo de voluntad de modernizar una cultura y de integrarse en Europa. La Exposición Universal de 1888, primer evento internacional organizado por la ciudad de Barcelona, se considera la puerta de entrada a Europa y a la modernidad, y la fecha de inicio del movimiento.
El deseo de modernidad, impulsado por intelectuales y artistas, defendía la cultura como instrumento regenerador para superar una atmósfera localista y atrasada, fijándose en Europa. A la vez, superándolo, miraba hacia el pasado, como lo había hecho la Renaixença, movimiento cultural romántico que había recuperado las raíces autóctonas. Mirar hacia el futuro sin renunciar al legado histórico constituyó la singularidad del modernisme, inicio de un largo camino hacia la modernidad y al mismo tiempo cuna del catalanismo político.
En 1888 se inició la última revisión de los historicismos que caracterizan al primer modernisme, hasta que hacia 1900 se le sumó el Art Nouveau internacional, que propugnaba el arte por el arte y la naturaleza como modelo, la plenitud del modernisme. La última etapa del modernisme, antesala del noucentisme y precursora del racionalismo, estuvo influida por la Secesión vienesa, de hecho también un lenguaje Art Nouveau.
La industrialización asentó las bases de la cultura del diseño. En Cataluña destacaron las industrias artísticas, dedicadas a la producción de objetos de consumo especialmente al servicio de la decoración del hogar. Las industrias artísticas son sinónimo de modernización. De modernización técnica, es decir, de talleres innovadores, con maquinaria de importación y nuevas prácticas profesionales. De modernización estética, puesto que superan los historicismos y convierten la naturaleza en su modelo principal, sin olvidar el pasado. Asimismo, se abre una nueva vía de difusión de los productos. Aparece la publicidad comercial gracias a los nuevos procedimientos de reproducción gráfica y se organizan exposiciones de promoción y fomento. Nace pues un nuevo modelo de taller, de fabricación y de comercialización, tanto de piezas seriadas como de piezas únicas. Al mismo tiempo surgen las figuras del dibujante proyectista o proyectista industrial, como se le denominaba, y el nuevo director de arte. En este contexto nace un nuevo concepto comercial, el objeto de arte, argumento de venta, porque el arte ennoblece a la industria.
El modernisme se hizo realidad en las artes decorativas y aplicadas, entendidas en su doble vertiente, como objeto ornamental o aplicadas a la arquitectura. Al igual que en otros países, como Gran Bretaña, se recuperaban las antiguas técnicas artesanales. Pero en Cataluña ese proceso no se llevó a cabo rechazando los objetos manufacturados para visibilizar los valores autóctonos teñidos de espíritu cosmopolita. Por ello las industrias subsidiarias de la construcción y todas las especializadas en productos ornamentales trabajaron a fondo en la renovación de sus diseños, a menudo con la participación de dibujantes y arquitectos de prestigio.
Las industrias artísticas tuvieron un desarrollo espectacular. Se puede hablar de formas mixtas de fabricación con productos industriales acabados de forma manual o productos artesanales distribuidos por un sistema comercial moderno. Como consecuencia, tiene lugar una valoración de los productos estandarizados sin detrimento de la consideración que tiene la pieza única.
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